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lunes, 12 de agosto de 2013

La Verdadera Intrepidez Es Producto De La Ternura


La verdadera intrepidez es producto de la ternura. 
Proviene de dejar que el mundo roce ligeramente nuestro corazón 
y abrirnos sin resistencia, ni timidez para afrontarlo.

Chögyam Trungpa



La sadhana de esta semana la dedicamos a descubrir la ternura a través de nuestra práctica.
Dejar que los espacios se abran en nuestro cuerpo y el silencio anide en nuestra mente, permitiendo que la ternura se exprese a través de cada movimiento y respiración como una manifestación de nuestra Actitud.

La ternura nace de un estado interior profundo cuando se produce una comprensión sutil de la magia que esconde la vida, es un conocimiento de lo divino en lo mundano, es un descubrimiento de la magia de la manifestación, del corazón en el mundo. 
Es una delicada emoción que experimenta un alma sensible en el momento en el que percibe el fluir de la vida en las cosas que la rodean y, por consiguiente es el preludio de la compasión y el amor. 
Es la belleza de la vida, la belleza de lo real sin artificios ni juicios.

La ternura se presenta en mi vida a través de lo sutil, a través de aquellas pequeñas cosas a las que no atiendo ocupada intentando ser, conseguir, alcanzar. 
De repente en un instante eterno, el roce de la mano de un niño en mis dedos, el ronroneo de mi gato, una risa sincera, el sonido de las gotas de la lluvia, un silencio y una mirada junto a la persona amada, el olor a una rosa o el crujir de un tronco por el fuego hacen que mi corazón entre en presencia y descubra la fuerza de la vida detrás de las pequeñas cosas.

Quiero ver con los ojos del corazón y descubrir la magia en la sutileza, quiero percibir como lo pequeño esconde lo grande, como lo delicado nos hace fuertes, como el amor disuelve barreras con paciencia, como una mirada contiene el poder de la calidez, y una caricia encierra el abrigo de la comprensión.

Quiero sentir con ternura cómo mis pies rozan la esterilla en cada vinyasa,  encontrarla a través de la fuerza de mis brazos en el balance; quiero descubrirla en el poder de mi respiración manifestando la fluidez del agua, la estabilidad de la tierra, la intensidad del fuego y la ligereza del aire.

Quiero sentir como el corazón ocupa el espacio en el interior a medida que transito de un asana a otra.
Quiero encontrarme con ella en cada clase, en cada alumno, en cada progresión, cada mirada, en cada gesto, en cada invocación.

Entonces la práctica se vuelve presente, se vuelve amorosa, suave, fluida y constante.
Y el grupo que practica junto crea lazos, crea conexión, intimidad... crean comunidad porque perciben con los ojos del corazón el mundo que hay tras cada gesto, cada movimiento, cada intento, cada logro.

En Anusara se dice que las posturas son orientadas desde el interior hacia el exterior.
Ninguna postura, ningún alineamiento perfecto puede hacer esto. Son solo soportes para la expresión de algo más sutil. Es la actitud que nace del poder de un corazón que decide abrirse y expresarse, que decide ser, que decide no esconderse, que decide vivir, experimentar.

La ternura no nace cuando descubrimos lo divino en cada uno, o en nosotros mismos, nace del encuentro de lo oscuro y de lo luminoso, entonces florece con la pureza de un loto desde lo profundo de la ciénaga.

Cuando mi cuerpo interior crea espacio y el cuerpo externo diluye los límites. Las resistencias cesan, hay presencia y entonces el mundo puede acariciarme, y no hay temor para afrontarlo.
El corazón se estremece. Se abre al instante presente, y entonces entra la vida.

¿De qué manera permites que la ternura se manifieste en tu día a día?